viernes, 7 de julio de 2017

Nuevas crónicas, número 11

Nuevas crónicas, número 11
Houston, estamos en un problema...
A ver... La única manera de solucionarlo será esta: si es que existe la reencarnación, en mi próxima vida quiero vivir en Capitola.
¿Que es Capitola? Es un balneario chiquito, pero como siempre soñé que fuese un balneario. Está a una hora y media de Belmont, donde vive Nico, mi hijo.
Es, claro, mar del Pacífico. No son LAS playas, pero el pueblo es encantador. Una especie de Pinamar en sus comienzos, con más historia talvez, con palmeras, negocios muy lindos, construcciones entre españolas y mexicanas. Queda cerca de Monterrey a 20 minutos de un centro más grande: Santa Cruz.
El día estaba genial, calorcito muy llevadero, mucha gente en la playa y alevoso ambiente veraniego. Me fascinó. De verdad me darían ganas de -si fuese posible, pero ya no-de largar todo, reventar lo que tengas e irte a vivir ahí.
El problema del que hablé al principio es que una casa ahí no baja de los 800.000 dólares. Y ponele que vendiste hasta a tu perro y llegás....con la política de inmigración, la económica y todo eso, con suerte te podes quedar 6 meses, salir y al tiempito volver a entrar, siempre con el miedo de que no te dejen. O tener mucha suerte con un contrato de trabajo...pequeños milagros que se dan cada vez menos....
Ya el otro día, con Fernando, un compañero de mi hijo, hablábamos de lo cordiales que en general son los locales. Pero en este pueblo me superó: desde la moza que, hablándole en mi Bad English puso la mejor -hasta diciéndome que me entendía perfectamente) hasta un hombre que al verme sacándole una foto a Nico y Delia se metió nomás para decirme que yo también fuese que la foto la sacaba él. O la gente en los negocios que empiezan a darte charla para saber de donde sos y cómo es el lugar donde vivimos.
Hay algunas curiosidades: en el gran muelle, cada tramos tiene una placa de bronce con el nombre de alguien que murió y los que lo recuerdan. Sin comprender demasiado, até cabos luego: en el restaurante y en otros lados te "venden" un ladrillo a 100 dólares donde podés poner un mensaje, un recuerdo o un homenaje.
Luego vez en muchos lugares del las veredas cientos de esos ladrillos. Imagino una importante recaudación para las arcas del Municipio.
También sobre la rambla cientos de azulejos con dibujos bastante infantiles que deben ser parte de lo mismo.
Hay un complejo de casas todas muy cerca del mar, pintadas con colores diferentes, tipo Caminito en La Boca. Son alquiladas para el turismo.
Y dentro de las casas, hay una que, aunque no es muy linda, da gran envidia. La podes ver en la foto: imaginate un ventanal grande, muy grande, en un segundo piso al mar, con esa vista desde una gran cama. Imagino las noches, los amaneceres, las tardes...casa de tres plantas incomparable.
Otra de las cosas es su mini museo, donde mi curiosidad de porque se llamaba Capitola, fue relativamente resuelta: era el nombre de un personaje de un libro "The Hidden Hand" ( la mano escondida) de Eden Southworth. Ese nombre se popularilizó y -sigo sin saber porqué- el fundador lo utilizó para el pueblo.
Las autopistas te llevan y traen a muy buen ritmo, y en un rato ya estábamos de vuelta. Sorprende la velocidad con que se maneja y sin embargo te da la sensación que no hay accidentes...que los debe haber.
Lo otro, es que el peatón es amo y señor. Vos podés cruzar una calle, siempre por la senda peatonal, mirando el cielo, leyendo mensajes, o connlos ojos cerrados, y los autos paran. Siempre siempre. El peatón tiene la prioridad. En San Francisco, en Belmont, en Capitola o en donde fuese. Y nadie se pone loquito.
Antes de llegar pasamos por Walmart...seguramente haga una crónica aparte sorprendiéndome de cuanta pelotudez existe, que fabrican y que evidentemente muchos compran. Eso es tremendo. Pero boludeces boludeces...ya te contaré.
Me voy a dormir, pero recuerden...comenten, compartan, consulten y no se olviden: ahora viene lo mejor...
Ah! Los despido con una frase muy extraña que da nombre a un libro de frases muy extrañas que vendían en Capitola y que nos causó mucha gracia con Nicolás:
Traducida, dice algo más o menos así -es un libro, recuerden- "Enmantecame la cola y llamame Biscochito"































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