miércoles, 2 de agosto de 2017

Nuevas crónicas, número 29

Nuevas crónicas, número 29
San Francisco tiene lugares muy lindos, y tiene lugares muy turísticos. Quizás demasiado.
Esto es normal, lo que no quita que en determinadas ocasiones por más lindos que sean cuando hay tanta pero tanta gente ya se hacen poco disfrutables.
Hoy estoy hablando particularmente del archifamoso Pier 39 (Muelle 39).
El año pasado, en mi primer viaje acá, este lugar fue lo primero que visité. Un domingo a la tarde. Y otra vez, otro sábado.
Olvidate.
Este año volví un sábado a la tarde.
Olvidate.
Ayer lunes fui por tercera vez. Pero era lunes, temprano...ahhhhh. Ahora si.
Es re calle Florida, peatonal, armada para los impávidos turistas que suponen que ahí está -y solo ahí- todo lo que tenés que comprar.
Obvio que no es así, pero las vidrieras, ubicadas en un hermoso muelle de pura madera, con un estilo retro, y grande, muy grande, atrapa.
Hay muchos restaurantes, donde destacamos los del mar -Bubba Gump, el de Forest Gump- como de los más famosos.
Bueno, en mi crónica del año pasado ya había contado algunas cosas y este año también conté del laberinto de espejos, que está muy bueno, pero pasearlo tranqui, con poca gente, recién ayer.
Si te toca poder venir, ya sabés: de lunes a viernes, tempranito, después del mediodía ya se hace muy denso. Y aproveché a ver los negocios más en detalle.
Lo que me sigue sorprendiendo es el local de ropa, de remeras sobre todo, que están impresas a un color, pero que le da el sol y se colorea toda. Esa remera, de unos 24 dólares, me la,debo todavía. También un negocio especializado en ¡espadas! Aunque no lo creas, la gente las compra...y hay muchos cuchillos. Y muchos como replicas de famosos.
Algo de lo que me compadezco es de la pobre rubia que atiende en uno donde la música le debe explotar el marote: todo el año, todos los días ¡música navideña! Si, un local con venta -únicamente- de árboles y bolas de navidad....¡todo el año!
No puedo entender que tanta gente esté comprando hoy decoración de árboles, con formas absurdas, como porciones de pizza o pack de 6 latas de Coca Cola chiquitas...si tuviese que haber sacado fotos a toda esa variedad, te hubieses aburrido como yo ahí.
Negocios como Houdini, con trucos y chascos o el de telas de bambú siempre están llenos, como también el de sombreros y gorras, donde es absolutamente imposible no hacer el ridículo probándote todo, y sacando la selfie correspondiente.
Hay también una gran calesita y teatro para los chicos. Y los lobos marinos (leones de mar le dicen acá) visitantes permanentes, que siempre tiene mucho público.
De ahí volvimos caminando hasta la estación de tren -a la ida fuimos en uno de aquellos tranvías viejos, reciclados, que aún funcionan como los colectivos nuestros- y para llegar, en esas casi 3 millas (1 milla=1,6 kilómetros) pasás por el Giants Stadium, de Beisbol. Muy grande. Pero que todavía nunca pude entrar porque no coincidí jamás con los horarios. Así y todo, muchos me han dicho que no hay en el mundo nada más embolante de un partido de Beisbol. Insoportable, lento y sin pasión. Así que no me desespera, excepto conocer la cancha en si.
Crónica breve la de hoy. Preparandonos para oteo destino, más o menos cercano, que en un par de dias les cuento...nos vamos a conocer la ciudad capital...¿alguno sabe cual es?
Plis, comenten, compartan y crucen los dedos: quiero que esto trascienda che...
Y no se vayan porque ahora viene lo mejor.....
Los quiero, chau!



















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